domingo, 10 de mayo de 2009

RESIDENTES DE LA VILLA


En repetidas ocasiones he insertado en este blog las vivencias de muchos portugalujos que pasan o han pasado la mayor parte de su existencia en otros lugares, lejos de su villa natal.
Portugalete es hoy en día lugar de nacimiento y residencia de personas de distintas razas, etnias y colores que naturalmente han aportado una diversidad cultural que nos ha enriquecido socialmente. Mis hijos estudian con Portugalujos de origen japonés y chico como muchos otros que lo somos de otros orígenes, tanto de provincias cercanas como de poblaciones limítrofes.
En esta ocasión traigo a este blog la entrevista que apareció el día de ayer en el diario El Correo en la que se da cuenta de la residencia en nuestra villa de una atleta rumana junto con su novio. Me parece interesante acercarla a este blog que está dedicado en exclusiva a Portugalete y los portugalujos a los que también residen en nuestra localidad sin haber nacido en la misma. Puede que en el futuro sean tan portugalujos como nosotros y padres y madres de otros jarrilleros del siglo XXI.

Mihaela Coteata llegó a Vizcaya hace 6 meses. En Rumanía era deportista profesional: se dedicaba al remo y era muy buena. Tres oros y un bronce nacionales más un Campeonato del Mundo dan fe de ello. Antes de venir, estuvo compitiendo en Vigo. Ahora vive en Portugalete con su novio -también deportista y rumano-, donde espera su oportunidad.
Mihaela tiene 20 años y un buen puñado de medallas que dejó en una vitrina de su casa, en Rumanía. Son muchas las que ganó a lo largo de cinco años y, aunque por éxitos y altura (mide 1,80) podría mirar el mundo desde arriba, lo que más destaca en ella es su marcada timidez y humildad. Viajó ligera de equipaje con una meta muy clara: estar con su novio, Florin, que emigró a Euskadi unos meses antes que ella.
Ambos son deportistas y se conocieron de pequeños en un campeonato mundial. «Teníamos 14 años y ya nos dedicábamos al remo, pero en distinta modalidad», precisa Mihaela, cuya especialidad es el outtriger a 8 con timonel y el scull a 4. De hecho, fue en esta última modalidad donde se llevó el oro en Vigo, en febrero del año pasado.
Además del triunfo, Galicia también supuso su primer contacto con un idioma que, como dice, aún se le resiste. «Durante el mes que estuve en Vigo aprendí un poco, y ahora, desde que vivo aquí, intento mejorarlo». Se compró un diccionario bilingüe y ve mucha televisión, pero todavía no se siente cómoda, reconoce. «Aún no conozco a suficiente gente como para poder practicar».
Lo dice por el idioma, pero su reflexión puede extrapolarse al deporte, porque la vida de Mihaela ha dado un giro importante. «He dejado de competir y busco trabajo como cualquier otra persona; lo de las medallas no aparece en mi currículo... Mi primer intento fue en un supermercado. El problema es que no tenía todos los documentos. Estoy esperando que me den el certificado de empadronamiento estos días para hacer los trámites del DNI y estar en condiciones de trabajar», dice.
Entretanto, se aburre. «Estoy casi todo el tiempo en casa, ¿sabes? Florin trabaja todo el día en la construcción y por la tarde entrena en Zierbana. Tampoco es fácil para él; tiene mucha actividad física. El remo exige mucho sacrificio... Más vale que el deporte te guste, porque a veces es muy duro», señala.
Mihaela todavía recuerda la primera vez que lo practicó. «Mi padre me acompañó y estaba muy orgulloso de mí. Yo tenía 14 años y me gustó mucho, aunque pasé los días siguientes con un dolor tremendo en los músculos y hasta con un poco de fiebre», relata antes de subrayar que en su país, igual que en Euskadi, hay una gran afición por el remo.
Selecciones y elecciones
«Hay muchos jóvenes en Rumanía que se dedican a este deporte. Todos los años, los entrenadores van a los colegios y seleccionan niños que puedan tener aptitudes, niños altos o con los brazos largos. Luego te explican cómo es el remo y te invitan a probar. Así pasó conmigo. A los tres meses me clasifiqué para el primer campeonato nacional y al cabo de un año ya formaba parte de la selección», relata con tono neutro.
Pero Mihaela no abandonó sus estudios. Terminó el instituto y se apuntó en la Universidad del Deporte, donde llegó a cursar dos años. Fue entonces cuando decidió emigrar. «No he terminado la carrera, pero me gustaría volver a estudiar», dice. De momento, todo son planes a futuro.
Mihaela es consciente de que, si se hubiera quedado en Rumanía, podría dedicarse a lo suyo de manera profesional y vivir de ello, como los deportistas de élite. Sin embargo, está contenta con el cambio. «Los hijos no pueden estar toda la vida con sus padres», opina. «Cada uno tiene que hacer su vida y hay que aprender a volar». Por supuesto, echa de menos a los suyos, pero en su familia «ya están acostumbrados. Cuando competía, viajaba mucho. Ahora hablamos cada dos o tres días por Internet. No es lo mismo, pero ayuda y, además, no estoy sola».
SUERTE MIHAELA.

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